Literatura Universal
El veneno de Moriana
- Madrugaba don Alonso
- a poco del sol salido;
- va invitando a su boda
- a los parientes y amigos;
- a la puerta de Moriana
- sofrenaba su rocino:
- -Buenos días, Moriana.
- -Don Alonso, bien venido.
- -Vengo a brindarte, Moriana,
- para mi boda el domingo.
- -Esas bodas, don Alonso,
- debieran de ser conmigo;
- pero ya que no lo sean,
- igual el convite estimo,
- y en prueba de la amistad
- beberás del fresco vino,
- en que solías beber
- dentro mi cuarto florido.
- Moriana, muy ligera
- en su cuarto se ha metido;
- tres onzas de solimán
- con el acero ha molido,
- de la víbora los ojos,
- sangre de un alacrán vivo:
- -Bebe, bebe, don Alonso,
- bebe de este fresco vino.
- -Bebe primero, Moriana,
- que así está puesto en estilo.
- Levantó el vaso Moriana,
- lo puso en sus labios finos;
- los dientes tiene menudos,
- gota adentro no ha vertido.
- Don Alonso, como es mozo,
- maldita gota ha perdido.
- -¿Qué me diste, Moriana,
- qué me diste en este vino?
- ¡Las riendas tengo en la mano
- y no veo a mi rocino!
- -Vuelve a casa, don Alonso,
- que el día ya va corrido
- y se celará tu esposa
- si quedas acá conmigo.
- -¿Qué me diste, Moriana,
- que pierdo todo el sentido?
- ¡Sáname de este veneno,
- yo me he de casar contigo!
- -No puede ser, don Alonso,
- que el corazón te ha partido.
- -¡Desdichada de mi madre
- que ya no me verá vivo!
- -Más desdichada la mía
- desque te hube conocido.